Hoy es el Miércoles de Ceniza y con él dejamos atrás la banalidad de las cosas, los comportamientos arrancados del corazón. Entramos en tiempo de reflexión con la Cuaresma, según el calendario católico. Se acaban los carnavales, las fiestas carnales propiamente dichas. Acaba un ciclo, empezamos otro. Os acerco la Jota de Carnaval de Orellana la Vieja.
“Como su nombre indica, se bailaba en los carnavales, que eran una fiestas muy celebradas en el pueblo. Eran incansables, bailaban de día y de noche, hasta el Miércoles de Ceniza, que ya lo hacían hasta ‘con los ojos cerrados’ de cansancio, como dice la copla. En la parte musical y al comenzar la ‘La valseta’, la mujer entrega un pañuelo al hombre para que al cogerla no le manche sus ricas ropas. Se reunían para bailar en la plaza y en los salones de bailes públicos. En esta jota se disponían los danzantes en dos larguísimas filas: mujeres a un lado y hombres a otro.” García, M. Casasola, P. El Folklore de Orellana. Pág. 91
JOTA DE CARNAVAL
(Orellana la Vieja)
Introducción musical
I
En esta calle a la larga
tiran agua y nacen rosas,
y por eso la llamamos
“La calle de las hermosas”.
¡Vamos con la valseta!
Estribillo
Adiós, adiós, adiós, Carnaval.
Adiós, adiós, adiós, que te vas.
Que si tú te has ido, otro volverá,
al año que vine tú me lo dirás.
Introducción musical
II
Si esta calle fuera mía (bis)
la mandaría de enrollar
de naranjas y limones
y, en cada esquina, un rosal. (bis)
Introducción musical
El Miércoles de Ceniza
el último jaramago,
que lo bailan las mocitas
con los ojitos cerrados.
Estribillo
Partituras extraídas de El Folklore de Orellana. (García, M. Casasola, P. Fundación Santa María, 1986). Tocan y bailan en el vídeo, el Grupo de Coros y Danzas 'Siberia Extremeña', de Orellana la Vieja.
El legado que nos han dejado nuestros antepasados desde el principio de los tiempos es el motivo, la causa y efecto de que hoy estemos cómo y dónde nos encontramos, pues, ha sido el mejor regalo que nos pudieron ofrecer. Al conjunto de sus descubrimientos y adelantos le acompañaron algo más que eso, fue una cultura, unos "saberes" que no se encontraban escritos en ningún sitio; pasaron de unos a otros, de padres a hijos, y gracias al "de boca en boca" han podido llega a nuestros días.
Esta tradición oral, como se le llama, está formada
por dichos, refranes, gastronomía, remedios caseros contra los males, todo por
lo que está formada una cultura, pero, también, canciones. Canciones y melodías
que desde siempre han acompañado a la vida de los seres humanos, por lo menos. Es la música la que, desde que nacemos, en forma de nana es una de
las cosas que nos calma los llantos antes de dormir; que cuando jugamos en la
niñez, lo hacemos cantando; cuando estamos alegres o cuando tenemos la
necesidad de liberarnos de nuestras penas, recurrimos al canto, así como del
aburrimiento. En la vida y en la muerte, la música siempre ha estado presente y
así la debemos sentir y debemos darle ese valor que se merece.
En las siguientes publicaciones pondremos a disposición del pueblo esas músicas que son suyas.
Empezaremos con la partitura de la canción 'Virgen hermosa', dedicada a la Virgen de Piedraescrita, venerada en Campanario (Badajoz).
Bruñó los recios nubarrones pardos la lus del sol que s´agachó en un cerro, y las artas cogollas de los árboles d´un coló de naranjas se tiñeron.
A bocanás el aire nos traía los ruídos d´alla lejos y el toque d´oración de las campanas de l´iglesia del pueblo.
Ibamos dambos juntos, en la burra, por el camino nuevo, mi mujé mu malita, suspirando y gimiendo.
Bandás de gorriatos montesinos volaban, chirrïando por el cielo, y volaban pal sol qu´en los canchales daba relumbres d´espejuelos.
Los grillos y las ranas cantaban a lo lejos, y cantaban tamién los colorines sobre las jaras y los brezos, y roändo, roändo, de las sierras llegaba el dolondón de los cencerros.
¡Qué tarde más bonita! ¡Qu´anochecer más güeno! ¡Qué tarde más alegre si juéramos contentos!...
- No pué ser más- me ijo- vaite, vaite con la burra pal pueblo, y güervete de prisa con l´agüela, la comadre o el méico -.
Y bajó de la burra poco a poco, s´arrellenó en el suelo, juntó las manos y miró p´arriba, pa los bruñíos nubarrones recios.
¡Dirme, dejagla sola, dejagla yo a ella sola com´un perro, en metá de la jesa, una legua del pueblo...
eso no! De la rama d´arriba d´un guapero, con sus ojos roendos nos miraba un mochuelo, un mochuelo con ojos vedriaos como los ojos de los muertos...
¡No tengo juerzas pa dejagla sola; pero yo de qué sirvo si me queo!
La burra, que rroía los tomillos floridos del lindero carcaba las moscas con el rabo; y dejaba el careo, levantaba el jocico, me miraba y seguía royendo.
¡Qué pensará la burra si es que tienen las burras pensamientos!
Me juí junt´a mi Juana, me jinqué de roillas en el suelo, jice por recordá las oraciones que m´enseñaron cuando nuevo.
No tenía pacencia p´hacé memoria de los rezos... ¡Quién podrá socorregla si me voy! ¡Quién va po la comadre si me queo!
Aturdio del tó gorví los ojos pa los ojos reondos del mochuelo; y aquellos ojos verdes, tan grandes, tan abiertos, qu´otras veces a mí me dieron risa, hora me daban mieo.
¡Qué mirarán tan fijos los ojos del mochuelo!
No cantaban las ranas, los grillos no cantaban a lo lejos, las bocanás del aire s´aplacaron, s´asomaron la luna y el lucero, no llegaba, rondo, de las sierras el dolondón de los cencerros...
¡Daba tanta quietú mucha congoja! ¡Daba yo no sé qué tanto silencio!
M´arrimé más pa ella; l´abrasaba el aliento, le temblaban las manos, tiritaba su cuerpo...
y a la luz de la luna eran sus ojos más grandes y más negros.
Yo sentí que los míos chorreaban lagrimones de fuego.
Uno cayó roändo, y, prendío d´un pelo, en metá de su frente se queó reluciendo.
¡Que bonita y que güena, quién pudiera sé méico!
Señó, tú que lo sabes lo mucho que la quiero.
Tú que sabes qu´estamos bien casaos, Señó, tú qu´eres güeno; tú que jaces que broten las simientes qu´echamos en el suelo; tú que jaces que granen las espigas, cuando llega su tiempo; tú que jaces que paran las ovejas, sin comadres, ni méicos... ¿por qué, Señó, se va morí mi Juana, con lo que yo la quiero, siendo yo tan honrao y siendo tú tan güeno?...
¡Ay! qué noche más larga de tanto sufrimiento; ¡qué cosas pasarían que decilas no pueo! Jizo Dios un milagro; ¡no podía por menos!
II
Toito lleno de tierra le levanté del suelo, le miré mu despacio, mu despacio, con una miaja de respeto.
Era un hijo, ¡mi hijo!, hijo dambos, hijo nuestro...
Ella me le pedía con los brazos abiertos, ¡Qué bonita qu´estaba llorando y sonriyendo!
Venía clareando;
s´oïan a lo lejos las risotás de los pastores y el dolondón de los cencerros. Besé a la madre y le quité mi hijo;
salí con él corriendo, y en un regacho d´agua clara le lavé tó su cuerpo.
Me sentí más honrao, más cristiano, más güeno, bautizando a mi hijo como el cura bautiza los muchachos en el pueblo.
Tié que ser campusino, tié que ser de los nuestros, que por algo nació baj´una encina del camino nuevo.
Icen que la nacencia es una cosa que miran los señores en el pueblo; pos pa mí que mi hijo la tié mejor que ellos, que Dios jizo en presona con mi Juana de comadre y de méico.
Asina que nació besó la tierra, que, agraecía, se pegó a su cuerpo; y jue la mesma luna quien le pagó aquel beso...
¡Qué saben d´estas cosas los señores aquellos!
Dos salimos del chozo, tres golvimos al pueblo. Jizo dios un milagro en el camino: ¡no podía por menos!
NOTA: A medida que se pasa de estrofa, se van
repitiendo las segundas partes de la numeración, así, en “¡Ay de mí que quise a
un seis”, su segunda parte quedaría así:
“Seis
de su perfecta ley;
cinco
quinqueles de abril;
cuantro
evangelistas, tres;
tres
patriarqués;
las
dos tablas de Moisés,
une
se Cristo filie une.”
NOTA2: Extraído de la grabación discográfica 'Dale con el E', del Grupo Medio Celemín (Navalvillar de Pela, Badajoz).